Publicado en la Revista Lider Juvenil
www.liderjuvenil.com
Es normal para la mayoría de cristianos afirmar que tenemos un Dios
infinito, poderoso, lleno de amor, misericordia y gracia. De hecho, muchas de
las alabanzas que cantamos en la iglesia son, en buena medida, una colección
algo desordenada y emotiva de adjetivos y calificativos dedicados al Señor, a
veces con claridad y otras, no tanto. Sin embargo,muchas veces parece que el
enfoque de la emoción es la adoración en sí y no tanto el Dios a quien se
supone que dirigimos nuestra alabanza. De hecho, si hemos de ser honestos, en
general parece que los cristianos estamos perdiendo nuestra capacidad de
aprender cosas nuevas y emocionantes acerca de Nuestro Señor.
Hace un tiempo, decidí
enseñar a los jóvenes de mi iglesia en Honduras una serie de predicaciones acerca
de la persona de Dios. Debo confesar que ya estaba preparando las viejas notas
de Teología Propia que normalmente enseño a mis alumnos de Seminarios e
Institutos bíblicos. Mi mente estaba más o menos preparada para repasar los
argumentos de la existencia de Dios, los “atributos comunicables” y una buena
explicación sobre la Trinidad, barnizada por conceptos filosóficos. Sin
embargo, el Señor tenía otros planes para mí y para los jóvenes.
Partiendo de una extraña pero muy clara
insatisfacción con el material que tenía, Dios me llevó a buscarlo a Él en la
Biblia y no usar los, en otro momento, útiles mapas preconcebidos de la
teología sistemática. Las dos figuras bíblicas que mencionaré a continuación son
parte de ese emocionante, apasionante y sin duda sorprendente viaje a través de
las páginas de la Escritura, a través del cual fui deslumbrado de nuevo por un Dios
que es simplemente fascinante.
El Artista de la Creación. Quizá las películas sobre el Génesis o
los dramas de la iglesia nos han motivado a imaginarnos a un Dios creadormuy
serio y formal con una voz profunda al estiloDarthVader ordenando “¡hágase la
luz!”. Sin embargo, mi sorpresa fue muy grande al leer los siguientes textos
bíblicos en traducciones variadas: “Al ver Dios la belleza de la luz, la apartó
de la oscuridad” (Gén. 1:4, TLA), “Mientras Dios admiraba tal belleza…” (Gén.
1:12-13, 18, 31, TLA), “…mientras cantaban a coro las estrellas matutinas y
todos los ángeles gritaban de alegría?” (Job 38:7, NVI).
¡Vaya! Tratando de despojarme de toda
preconcepción, el ambiente reflejado por estos textos no es el de una catedral
seria y digna o el de un culto formal que tanto caracteriza a muchas de
nuestras iglesias. El escenario es uno de alegre fiesta; de asombro inquieto y
hasta de cierto regocijo infantil. Me pude imaginar al Señor creando el mundo y
diciéndose “esto le va agradar a ellos… este toque les encantará”.Me imaginé a
un Dios artista contemplando extasiado su obra y los ángeles alrededor
vitoreando y siendo testigos privilegiados de una muestra del impresionante,
poderoso y creativo amor de su Rey.
Al tratar de buscar las consabidas imágenes para
la presentación audiovisual de mi predicación, las que mejor encajaron eran las
de niños deleitándose en un alborozado caos artístico, riendo y jugando con
pintura; experimentando con gran regocijo y buscando las mejores combinaciones de
colores en un auténtico festival de creatividad. ¡Ese es mi Dios!
El enamorado traicionado por su pueblo.Lógicamente, para seguir aprendiendo
acerca de un Dios admirable, el paso que seguía era ir a los profetas.Esperaba
un poderoso mensaje de un majestuoso Dios airado ante el pecado de un pueblo de
cabeza y corazón duros. Sin embargo, una nueva sorpresa me aguardaba. Aquí me
topé de frente con el dolor de un Dios apasionadamente celoso. ¿Qué hace el
Señor de los cielos cuando su pueblo le es infiel? Los profetas me respondieron
con una fuerza dramática que yo no esperaba.
Por
ejemplo, para echar en cara al pueblo su infidelidad, el Señor utiliza palabras
poco “evangélicas” como las siguientes: “¿Cómo se atreven a decir que no han pecado ni han adorado a dioses falsos?…
¡Admitan todo lo que han hecho! Son como una burra en celo cuando anda en busca
del macho: se pone a olfatear el viento, y en cuanto corre al monte nadie la
puede frenar. Si el macho la busca, fácilmente la encuentra” (Jer. 2:23, TLA);
“A todas las prostitutas se les paga; tú, en cambio, les pagas a tus amantes.
Los sobornas para que vengan de todas partes a acostarse contigo” (Ez. 16:33,
NVI).¡Qué palabras más trágicas, llenas de una triste mezcla entre
resentimiento, desconsuelo y dolor! El leer esta figura incluso me hizo dudar
que se pudiera enseñar en el santo ambiente de una iglesia, aunque al mismo
tiempo, pensé en varios adolescentes que sin duda pondrían más atención que
nunca.
A la vez,
por supuesto, en los profetas hay creativos y justos anuncios de juicio, los
cuales involucran destrucción incluso a través de los amantes del pueblo
adúltero. Sin embargo, lo que sobresale no es Dios como vengativo juez
satisfecho por castigar al pecador. En realidad, los abundantes reclamos y
castigos parecen provenir de un corazón dolido y atormentado, que ansía la
reconciliación: “Cuando yo te perdone por todo lo que has hecho, tú te acordarás de tu
maldad y te avergonzarás…” (Ez. 16:63, NVI); “Cuando visita a sus amantes se
pone joyas y les lleva regalos, pero a mí me tiene olvidado. Por eso la voy a
castigar, pues ha adorado a dioses falsos. Yo soy el Dios de Israel, y les juro
que así lo haré.A pesar de todo eso, llevaré a Israel al desierto, y allí, con mucho
cariño, haré que se vuelva a enamorar de mí” (Os. 2:13-14, TLA). La pasión de
Dios por su amado pueblo es tan grande que siente las profundas heridas cuando
le somos infieles. Incluso el castigo justo tiene como propósito hacernos
regresar a su lado. ¡Qué Dios tan asombrosamente apasionado el que nos presenta
la Palabra!
El dolor de la traición amorosa y los celos son emociones que no son
desconocidas para los jóvenes. Los rostros juveniles, sorprendidos como yo,
parecían iluminarse al descubrir en la Biblia a un Dios amorosamente poderoso y
casi vulnerable ante la deslealtad de su pueblo.
Qué aprendí. Primero,
puedo decir que esta serie de predicaciones cambió para siempre mi percepción
del Señor. Mi tiempo de oración y de comunión con Él ha sido más abierto. En
muchos sentidos lo siento más cercano. Segundo,
me recordó el privilegio de redescubrir al infinito Rey de reyes. Un Dios
demasiado domesticado por ciertos criterios teológicos tarde o temprano termina
siendo una caricatura hecha a nuestro gusto. Tercero, las figuras e ilustraciones bíblicas que buscan expresar
lo inexpresable me ayudan a sorprenderme continuamente con nuevas dimensiones
del Dios al que adoro y a quien sirvo. Desde entonces he descubierto nuevas
ilustraciones bíblicas: el padre amoroso que busca acariciarnos (Deut. 1:30) o
la madre que desea dar consuelo (Is. 66:13). Sin embargo, nunca voy a olvidar
el día en el que Dios mismo me sorprendió con su admirable personalidad.
¡Gloria a su asombroso Nombre!