12 Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; 13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. 14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. 15 Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; 16 no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. 17 Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.
Todos nosotros, en algún momento, vamos a tambalearnos en la carrera de la vida. De hecho, debido a nuestra frágil naturaleza, es casi inevitable tener estos retrocesos. Sin embargo, lo importante es evitar que los pequeños deslices se conviertan en fracasos mayores.
A tiempo de corregir los detalles. El pasaje hace un llamado a corregir a tiempo aquello que se ha debilitado en nosotros. El autor continúa utilizando la figura de una carrera. Manos caídas, rodillas paralizadas y pies cojos señalan un corredor que está en camino a abandonar una competencia. Espiritualmente, estas condiciones podrían indicar desánimo, negligencia, apatía o pecados de distintas clases. Ahora bien, el pasaje parece indicar que aún es tiempo de volver a la carrera y restaurar aquello que está defectuoso. Se necesita, sin embargo, el deseo y la decisión de regresar al camino correcto y guardar la pureza del corazón, tan necesaria para estar en la presencia del Señor. La advertencia es que si estos detalles (aún una pequeña raíz de amargura) no se corrigen, pueden resultar en grandes fracasos, o incluso, podrían demostrar que aún no hemos alcanzado el perdón del Señor en nuestra vida. ¡Hagamos lo necesario para corregir lo deficiente hoy!
Un detalle provoca un gran desastre. Con sus decisiones equivocadas y torpes, Esaú demostró que no era un hombre de fe, sino un inmoral e irreverente. Apenas un plato de comida hizo que él despreciara un privilegio espiritual muy grande. Quizá en el momento parecía algo sin tanta trascendencia; un pequeño desliz por el que se podía pedir perdón después. Sin embargo, las consecuencias fueron fatales. Después fue muy tarde para arrepentirse y él perdió su primogenitura. ¡Tanto sacrificado por tan poco! ¡Cuántas bendiciones hemos desechado por unos momentos de pecado! ¡Cuántas lágrimas más derramaremos por sacrificar los dones del Señor en el altar de lo vano! Por eso, es hora de renovar fuerzas, sanar lo enfermo y levantar el ánimo. ¡Estamos a tiempo!
¿Cuáles debilidades, por muy pequeñas que sean, debes fortalecer en tu relación con Dios? ¿Tienes algún pecado, desánimo o resentimiento que debas confesarle al Señor hoy? ¿Estás dispuesto a seguir de corazón la santidad para con Dios y la paz para con los demás?
Señor, tomo la decisión de corregir lo deficiente en mi vida y renovar mis fuerzas para servirte con todo el corazón.