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¡Auxilio!... Todos me están mirando


¡Tenía que pasar! Al final de que uno de tus amigos contara un chiste, tú hiciste un comentario “adicional”, como queriendo agregar otro chiste a la broma ya hecha. Al instante, parece que todos callan a la vez, las sonrisas se pierden y parece como que si todas las miradas buscaran la tuya para pedir una explicación. Sientes que eres más grande y notorio que de costumbre, el pulso se acelera y sientes que el 100% de la sangre en tu cuerpo corre sin control hacia tu rostro. Comienzas a sentir calor, frío; una sensación de resequedad en la garganta y cierta humedad incómoda en los ojos.

Al terminar el episodio, deseas desaparecer y nunca más decir algo enfrente de otras personas. Una vez más, compruebas que eres la persona más tímida que existe sobre la faz de la tierra. Nunca serás popular y, claro, eres pésimo en reuniones sociales. “¿Por qué me hizo así Dios?”, piensas. “¿Por qué será tan difícil ser yo?” Si alguna vez te has sentido así, los siguientes consejos son para ti.

1) No estás solo.

La verdad es que muchas personas en algún momento de su vida se han declarado como personas “tímidas”. En una encuesta hecha en EE.UU., el 40% de los estudiantes de secundaria se consideraban “tímidos”. Eso significa que cerca de la mitad de los jóvenes como tú se ven a sí mismos como personas más bien calladas. Es cierto que a la mayoría nos parece que la timidez es un obstáculo, pero muchos sienten consuelo al saber que no están solos.

2) Este no es un problema insuperable.

Para decirlo con claridad, la timidez no es una “enfermedad sin cura”. Con la ayuda de Dios y algo de esfuerzo personal y de algunos amigos, el obstáculo se puede vencer.

3) Entiende el proceso de la timidez.

Examina los siguientes hechos como parte de una especie de diagnóstico que usarás para vencer este problema:

a. Todo comienza con el convencimiento de que no puedes actuar ante otras personas:
               i. No sabes iniciar una conversación.
               ii. No tienes nada interesante qué decir.
               iii. Si hablas, algo saldrá mal.
               iv. Estos pensamientos son peores si la persona con la que estás es de un nivel social  o económico más alto.

b. Esos pensamientos pesimistas y derrotistas te llevan a sentir una fuerte tensión emocional y lo que algunos llaman cierta “ansiedad social”. Entonces, puede suceder alguna o todas las siguientes manifestaciones:

               i. Te pones nervioso cuando estás solo con otra persona con la que no tienes mucha confianza.
               ii. Este estado se vuelve más grave si la persona es del sexo opuesto y atractiva.
               iii. Aparecen temores casi obsesivos acerca de lo los demás opinarán de tu ropa, tu pensamiento, tu apariencia, tu nombre, tu voz, etc.
               iv. Tiendes a pensar que cualquier cosa que suceda a tu alrededor, por más intrascendente que sea, se debe a tu inadecuada presencia. Por ejemplo, si la otra persona se ríe, piensas que es de ti, o si bosteza, crees que es porque encuentra aburrida tu plática.

c. Por último, todos estos factores te llevan a quedar mudo, paralizado, avergonzado y plenamente convencido de que tu lugar es más una ostra en el fondo del mar y no al lado de otras personas o haciendo amigos. La mala noticia es que esta actitud te regresa al principio y caes en una especie de pantano del que sientes que no puedes salir nunca.

4) En último caso, el problema tiene que ver con autoestima.

El inicio de la solución para el problema de la timidez extrema comienza cuando reconoces que no tienes una imagen saludable de ti mismo. Te sientes inadecuado, torpe socialmente y de menos valor que los demás por tener una nariz grande, unas piernas delgadas y chuecas o un caso de acné digno de mención en una revista científica. Si este es tu problema, recuerda:

            a. Eres creación perfecta de Dios. Sal. 139:13-18.
            b. Jesucristo dio su vida por ti. 1 Cor. 6:19-20.
            c. Eres amado tal y como eres. No necesitas impresionar al Señor. Él conoce tus virtudes y defectos y aun así te ama infinitamente. Jer. 31:3: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.”.
            d. Antes de la fundación del mundo, Dios ya pensaba en ti, por nombre.
            e. Hay muchas personas que te aman y te aceptan. De hecho, los únicos verdaderos amigos son aquellos que lo hacen así.

5) Una ayuda del cielo para tratar con tímidos en la Biblia:
             a. Josué: Dios está contigo: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Jos. 1:9).
             b. Moisés: Dios te da la capacidad: “Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? (Ex. 4:10-11).
             c. Saúl: El poder del Espíritu te puede transformar: “Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre. (1 Sam. 10:6).
             d. Timoteo: Tenemos las armas para vencer; usémoslas: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios” (2 Tim. 1:7-8). 

6) Puedes aprender a mejorar tus habilidades sociales.

Esto es similar a aprender a tocar un instrumento musical o aprender otro idioma. Debes practicar con entusiasmo y poner en práctica, algunas de las siguientes sugerencias:

         a. ¡Relájate! Recuerda que es posible que las otras personas también estén nerviosas y ansiosas.
         b. Sé amable al saludar. Sonríe con sinceridad. Eso relajará el ambiente.
         c. Aprende a escuchar a los demás. No pienses tanto en lo que debes decir, sino interésate genuinamente por lo que el otro está diciendo.
        d. Sé atractivo en tu forma de vestir, sin llamar excesivamente la atención ni parecer vanidoso o descuidado.
        e. Muéstrate dispuesto a cooperar y ayudar a otros. Eso ayudará a que enfoques tu atención en los demás y no tanto en tu falta de habilidad al hablar o actuar.
        f. Al hablar, usa preguntas “abiertas”, es decir, del tipo que no se contestan con una sola palabra. Por ejemplo: “¿Cómo te va en las materias del colegio?” “¿Qué es lo que más te gusta de esta iglesia?”
        g. Mantente atento a posibles temas comunes de conversación. Por ejemplo, un cuaderno con la figura de un deportista o de algún cantante te puede llevar a conversar acerca de preferencias deportivas o musicales.


"¡Detesto mi cuerpo!"


¿Eres de los que muchas veces sienten que su cuerpo es una mala tarjeta de presentación? Esa nariz gigantesca, esa propensión a desarrollar acné, esas piernas chuecas, esas libras de más o ese cabello tan rebelde nos hacen gritar desde el fondo del corazón: “¡Alto! ¡Quiero un cambio de cuerpo!”. La verdad es que casi todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas, hemos sentido que odiamos el cuerpo que tenemos –o por lo menos algún aspecto de él. Además, casi todos cambiaríamos algo de nuestro aspecto físico, si pudiéramos. Sin embargo, existe una línea no siempre muy bien definida entre el deseo de cambiar algo de la apariencia física y el aborrecer del todo nuestro cuerpo.

1. ¿Qué causa que lleguemos a detestar nuestro cuerpo?

A) La influencia de los medios y las modas. La publicidad actual ha hecho un énfasis exagerado en cierto tipo de persona a la que se califica de “atractiva”. La persona alta y delgada, de ojos azules y cabello rubio. Sin embargo, recuerda que estas imágenes están basadas en criterios mercantilistas y de ventas; no tanto –o no siempre– en la realidad. Además, los criterios de belleza son cambiantes. Quizá dentro de unos años la delgadez sea sinónimo de enfermedad y no de atractivo.

B) Las burlas de malos amigos. ¡Qué crueles pueden ser algunas personas! Para ellas, es muy fácil hablar mal sobre “ese gordo” o “aquella narizona”. Sin embargo, recuerda que si alguien se burla de tu cuerpo, ten la seguridad de que no se trata de un buen amigo, porque los buenos amigos se aceptan tal y como son. Además, no se ríen a costillas tuyas.

C) Comparación con amigos o conocidos considerados “atractivos”. “¿Por qué no soy como Susana (o cualquier nombre)?” Esa raíz de envidia puede enviarte directamente a un pozo que se llama frustración. La verdad es que tú no necesitas compararte con nadie. Eres especial así como eres; eso es lo que Dios dice.

D) Un estilo de vida no saludable. Por supuesto, el exceso de peso es un peligro para tu salud, aparte de ser un obstáculo en tu atractivo físico. El consumir golosinas en exceso, bebidas gaseosas, comidas rápidas, exceso de grasa, etc., te llevará, no sólo a verte mal y poco atractivo, sino que también afectará seriamente tu salud. La automedicación o el ignorar las enfermedades también son riesgos para la salud y para tu aspecto físico.

E) Una excesiva atención a lo externo. Es posible que estés ocupando demasiado tiempo en autocompadecerte solamente por unos pies grandes o unos ojos muy pequeños. ¿Y qué de tus cualidades internas? ¿Ya pensaste en ellas? ¿Te has tomado el tiempo de apreciarlas y cultivarlas?

F) Malos sentimientos o mala conciencia. A algunas personas se les nota en el rostro cuando están llenos de amargura y rencor. Si hay pecados sin confesar en tu vida o si hay relaciones rotas o conflictos sin resolver, debes esperar que tu apariencia general se vea afectada y tu actitud ante la vida sea negativa.


2. ¿Qué dice Dios acerca de tu cuerpo?

a) Eres creación perfecta de Dios. El Salmo 139 afirma: “Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!”. ¿Te das cuenta? Parte de las maravillas de Dios es tu cuerpo. Él mismo te hizo, como dice el salmista “formidables y maravillosas” son las obras del Señor al crearte tal y como eres. Eso implica que no hay otro igual a ti. ¡Qué maravilla!

b) Fuiste hecho a imagen de Dios. Génesis 1:27 afirma: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Además de ello, más adelante, el v. 31, dice: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. ¡Tú estás en esa evaluación! ¡Imagínate! Dios comparte contigo parte de su ser como persona. Tus características morales, espirituales, sociales, creativas, etc., son parte de la Persona misma de tu creador. Aunque, por supuesto, la imagen de Dios no incluye el cuerpo (puesto que él no lo tiene, ya que es Espíritu), sí es emocionante pensar que compartimos características que Dios tiene. ¡Eso nos hace sumamente especiales como personas y como raza humana!

c) Eres muy valioso. Mateo 10:29-31 dice así: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Si Dios se encarga de cuidar a toda su creación, es decir, los animales, las plantas y la naturaleza, Jesús afirma que tú y yo valemos mucho más que ellos.

d) Tu cuerpo es sagrado. 1 Corintios 6:19-20 dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo”. La idea de que el cuerpo es templo del Espíritu señala la santidad de tu cuerpo. No puedes hacer con él lo que se te antoje o abusar de él. Es de Dios, ya que él te compró a un precio muy alto: la vida de Su Hijo.

e) Con tu cuerpo sirves a Dios y a los demás. Romanos 12:1: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Es interesante notar que Pablo no nos ruega presentar los espíritus en sacrificio vivo, sino los cuerpos. Esto habla acerca de la función del cuerpo en servir al Señor. Por lo tanto, lejos de ser despreciable, tu cuerpo es una herramienta para bendecir a Dios y para ayudar en las necesidades de los demás. ¡Úsalo para la gloria del Señor!


f) Tu atractivo debe ser, primeramente, interno. 1 Timoteo 2:9-10 y 1 Pedro 3:4 hacen una lista de lo que debe ser el atavío (se dirige a las mujeres, pero creo que los principios son aplicables a los varones también): ropa decorosa, pudor, modestia, buenas obras; espíritu afable y apacible. Que tu apariencia siempre refleje estos valores y entonces, Dios te considera una persona sumamente atractiva.


3. ¿Qué puedes hacer para comenzar a amar tu cuerpo?


  • Da gracias a Dios por haberte dado tu cuerpo. Hazlo en este momento y comienza a experimentar el gozo de la gratitud.

  • Enfoca tu atención y tus energías en servir a los demás. Busca a alguien en necesidad y presta tu auxilio desinteresado y amigable. De esta manera, comenzarás a ver tus propias fortalezas y cualidades en el servicio a otros.

  • Si escuchas comentarios burlescos en relación con tu apariencia, tómalos a la ligera y con un toque de humor. Las personas que no se toman demasiado en serio son más atractivas que las que se ofenden por todo. Además, si los que se burlan te ven afectado, enojado u ofendido, el resultado será, en muchos casos, contraproducente; es decir, se seguirán burlando para provocarte.

  • Cultiva amistades genuinas con personas que te amen y te acepten tal y como eres.
    Recuerda que la perfección absoluta sólo corresponde a Dios. De hecho, hay que decir que tus defectos –aun algunos físicos– son parte de tu personalidad y te definen como individuo. Por lo tanto, aprende a apreciarlos. Obviamente, si hay aspectos físicos o de conducta que se pueden cambiar, hay que hacerlo, pero recuerda que nunca estarás libre de defectos.

  • En cuanto a tu apariencia, hay cosas que puedes cambiar y hay otras que no. Haz un esfuerzo por mejorar lo que está a tu alcance. Considera los siguientes consejos:


  1. Cuida tus hábitos alimenticios. Procura comer sano y a tiempo. Evita las golosinas y las comidas con exceso de grasa, entre otras cosas.

  2. Haz ejercicios moderada y regularmente.

  3. Controla tu peso, no de manera obsesiva, sino buscando sentirte bien contigo mismo.

  4. Procura cuidar tu presentación personal:

  5. Vístete con modestia, sin exhibicionismos innecesarios.

  6. Mantén tu ropa limpia, planchada y de acuerdo a la ocasión.

  7. Toma un baño regularmente; limpia tus dientes después de las comidas; lávate el cabello con regularidad.

  8. Visita al médico y al dentista con regularidad; no solamente cuando estás enfermo. Es mejor la medicina preventiva que la curativa, y además eso ayudará en tu aspecto general.

  9. Cambia tu actitud ante la vida: sé optimista.


  • Lee buenos libros. Es increíble cómo mejora la imagen de las personas con los conocimientos generales.

  • Mírate en el espejo y haz una lista de las cosas buenas que tienes físicamente. Considera las que puedes mejorar y piensa en la manera en que lo harás. Esto te ayudará a establecer un “estándar personal de atractivo”, que no esté basado en el cine o la TV, sino en tu propio cuerpo. Por supuesto, recuerda no poner metas inalcanzables, sino realistas, basadas en tu propio atractivo y tus fortalezas.

  • Ten cuidado con las cirugías estéticas. Aunque claro, en muchos casos extremos (quemaduras, accidentes, defectos graves) son una buena alternativa, hay que estar conscientes que, además de ser muy caras, conllevan riesgos y, de todas maneras, no eliminan los complejos de inferioridad.

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