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Gracia y Fuego


Publicado en "El Encuentro con Dios"
de la Unión Bíblica

Hebreos 12:18-29

(18) Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, (19) al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, (20) porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; (21) y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; (22) sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, (23) a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, (24) a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. (25) Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. (26) La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. (27) Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. (28) Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; (29) porque nuestro Dios es fuego consumidor. 


            Un Dios imponente pero cercano. En el monte Sinaí, el Señor se manifestó a Israel de manera impresionante. Fuego, tinieblas y tempestad, además de una voz sublime eran la carta de presentación de un Dios aplastantemente superior que incluso provocaba terror en su siervo más cercano, Moisés. Sin embargo, esa exhibición de poder no contradice el hecho de que el Señor se había acercado a su pueblo. De hecho, este evento se dio para entregar la Ley; uno de los beneficios más importantes que recibiría Israel. En otras palabras, para acercarse a su pueblo, el Dios de fuego tuvo que establecer rigurosas reglas para que nadie se acercara más de lo debido, a riesgo de sufrir terribles consecuencias. Tan perturbadora era la escena que el pasaje les recuerda a los lectores que no es a ese Dios a quien se acercarían hoy. Y sin embargo, esa imagen fue muy real. Nuestro Dios es así de majestuoso y poderoso. Incluso, esa realidad exalta aún más la gracia que mostró a su pueblo.
            Un Dios de gracia pero temible. El pasaje señala que ahora tenemos la oportunidad de acercarnos a un Dios que nos recibe con amor. Ahora aparece Sión, la ciudad celestial y la compañía de ángeles y justos. El panorama es mucho más agradable y acogedor. El texto anima a los lectores a acercarse con confianza a este Dios de gracia. Sin embargo, hay una advertencia. Si los creyentes nominales desechan al Señor, no habrá escapatoria posible, ya que este Dios sigue siendo Juez; sigue advirtiendo desde los cielos; sigue teniendo el poder para remover la tierra y los cielos… sigue siendo “fuego consumidor”. Con razón, la conclusión es que debemos servirle con temor reverente y vivir agradecidos por su gracia para con nosotros. ¡Esta es una imagen más completa del Señor! Él es gracia, pero también fuego; es Salvador, pero también Juez. ¡Qué privilegio servirlo y amarlo!



¿Estás consciente de que sirves a un Dios majestuoso? ¿Cómo evidencias ese conocimiento en tu relación con Él? ¿Las palabras “temor reverente” reflejan tu actitud ante el Dios al que sirves?


Señor, confieso que eres infinitamente superior. Gracias porque, además, me das el privilegio de adorarte, amarte y servirte. Ayúdame a mostrar siempre reverencia ante tu majestuoso Nombre.

Sufrimiento y Tarjetas de Navidad

¿Qué le dices a una persona en Navidad cuando sabes que está sintiendo una tristeza muy grande? Es fácil envolverse en la alegría de las fiestas y olvidar que para muchos está será una época difícil de atravesar. Las posibilidades son varias:

1) Hacer como que si nada malo estuviera ocurriendo y más bien contagiar a quien sufre con el "espíritu navideño". Después de todo, se supone que esta es una época para celebrar. Sin embargo, pronto te das cuenta que esta alternativa muestra insensibilidad y hasta un poco de crueldad.

2) Si no sabes qué decir, entonces no dices nada. Te alejas prudentemente y esperas que se le pase la tristeza al que atraviesa el dolor. Muchos incluso dicen "Es que no soy bueno para estas cosas", por lo que se quedan callados. La verdad es que esta alternativa es solo parcialmente útil. Es cierto que es mejor el silencio que las palabras inadecuadas, pero si la persona es cercana a ti, más que palabras específicas, necesitará tu presencia y tu voz expresando amor de maneras claras, variadas y creativas.

3) Utilizas las conocidas frases: "Sé como te sientes", "te acompaño en tu pena" o alguna de sus variaciones. En realidad, quizá sea mejor el silencio que utilizar una de estas fórmulas prefabricadas y artificiales, sobre todo porque en el fondo no es verdad que sabes cómo se siente la otra persona, ya que las penas y tragedias y los sentimientos que provocan son únicas para cada persona.

4) Te dedicas a dar explicaciones teológicas o bíblicas de por qué sucede lo malo y qué clase de propósitos perfectos tiene el Señor en el mundo. Esta opción, aparte de ser fría y calculadora, hace que falles en tu afán de traer consuelo o fortaleza a la persona. Además, en la Biblia, Dios generalmente no da explicaciones complejas acerca de lo que sucede en el mundo. Lo que sí hace es que acompaña a los que sufren y llora con ellos, permitiendo misteriosamente lo malo, controlando sus efectos y a veces transformando las circunstancias de manera poderosa. La fe nos sostiene en medio de esas circunstancias.

5) Quizá lo mejor, en medio de todo, es dedicar un tiempo para reflexionar en las razones por las que la otra persona está triste y tratar de identificarse con su dolor, expresándolo a través de una nota, una tarjeta o una carta personal. Esto implica, por supuesto, apartar tiempo para pensar y ponerse en sus zapatos para comprender las luchas, los sentimientos y las dificultades que está enfrentado la persona. Luego, después de expresarlo de manera sincera y con claridad, es necesario hacer acto de presencia para apoyarla y realizar actos de bondad y misericordia para con ella. Así, podría ser que necesite comprar algo o quizá necesite realizar alguna acción que facilite el regreso a su vida diaria. Además, un "estoy contigo para lo que necesites" siempre se agradece.

De todas maneras, el dolor y el sufrimiento siempre están allí, pero cuando se atraviesa con seres amados alrededor, parece producirse un consuelo fortaleza espiritual que ofrecen algo de descanso y fuerzas para continuar. Si en esta Navidad tienes amigos, familiares o conocidos que están atravesando una situación difícil, quizá sea una buena oportunidad para seguir el consejo bíblico de "llorad con los que lloran" (Rom. 12:15). Esa también es una manera de honrar al Señor de la Navidad.

Estas reflexiones son producto de un artículo escrito por Kay Warren, esposa del famoso pastor y escritor Rick Warren, el cual lleva por título "Ya no envíen tarjetas de Navidad alegres", publicado por la revista Christianity Today. El artículo está en inglés y posee unas interesantes ideas escritas por una madre que perdió a su hijo Matthew, pero que la siguiente Navidad siguió recibiendo tarjetas alegres.

Aquí el enlace:

Artículo de Kay Warren: "Dejen de enviar tarjetas de Navidad alegres"

¿Sigue hablando Dios el día de hoy?


Publicado en la Biblia para el Líder Juvenil


           Una famosa calcomanía de hace unos años decía “Dios existe. Yo hablé con Él esta mañana”. Como eslogan era muy bonito y motivador. Sin embargo, pocas personas, si es que acaso había alguna, pretendían decir que habían entablado un diálogo directo con el Señor. Y entonces, ¿qué queremos decir cuando afirmamos que cada creyente habla con Dios y que, a su vez, éste le habla al cristiano? ¿Tiene algo que decir el Señor ante las decisiones, los dilemas y los problemas de la vida diaria de cada uno de nosotros? En ese sentido, hay por lo menos tres maneras posibles de contestar. La primera es que Dios ya habló en la Biblia, por lo tanto, no es necesaria ninguna otra guía. Los creyentes que sostienen esta opinión están preocupados por mantener y defender la autoridad de la Palabra de Dios. Su criterio es que, fuera de la Escritura, no se debería buscar otra guía u orientación para la vida diaria. Aunque esta postura exalta la autoridad de la Biblia y eso siempre es admirable, la verdad es que es poco realista. Prácticamente todos los cristianos, incluyendo a los de esta opinión, afirman que tienen una relación con Dios, la cual, por definición, es dinámica e implica una comunicación constante con el Señor. Por otro lado, ¿cómo pueden explicar las oraciones contestadas o la guía del Espíritu Santo, la cual Jesús prometió a sus seguidores (Jn. 14:26)?
          La segunda manera de contestar la pregunta es que el Señor da nuevas revelaciones que están al nivel de la Biblia o la complementan. Quienes sostienen esta postura insisten en que, ya que Dios “es el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Heb. 13:8), entonces si le habló directamente a Moisés, asimismo le puede hablar a un líder, pastor o creyente de hoy. De hecho, esta práctica suena muy espiritual y da la idea de que es posible llegar a un nivel élite de relación con Dios. Incluso, estos creyentes están dispuestos a seguir una revelación sobrenatural aunque contradiga las enseñanzas de la Biblia. Si hemos de ser honestos, esta postura ha llevado a muchas iglesias e individuos por el camino del error y la manipulación maliciosa. Estos hermanos olvidan el principio de Dt. 13:1-3, que enseña que, si alguien hace una señal o milagro, pero enseña que hay que seguir a dioses falsos, no se debe prestar atención a ese profeta. En este sentido, debemos decir que ninguna revelación o idea se puede colocar al nivel de la Sagrada Escritura.
         La tercera manera de contestar la pregunta es que el Señor sí se comunica el día de hoy, pero a través de la Biblia y también utilizando otros medios, los cuales deben ser juzgados y sometidos a la autoridad final y absoluta de la Palabra de Dios. Según esta opinión, entonces, la Biblia es la revelación de Dios que nos muestra la máxima revelación de Dios: Jesucristo. En efecto, Heb. 1:1-3 habla de los medios variados que Dios utilizó para hablar en el pasado, solamente para afirmar que ahora habla por medio de su Hijo, el cual es el resplandor de su gloria y la fiel imagen de quién es Él (Heb. 1:2). ¿Puede haber revelación más completa y sublime? En otras palabras, la Biblia es la más confiable revelación de Dios; sabemos que viene de Él. Los demás medios, tales como la guía del Espíritu Santo, los consejos de hermanos o líderes maduros o aun las circunstancias que rodean determinado evento o decisión, deben estar ajustados a los principios eternos de la Escritura, ya que Dios no se contradice nunca. Así, entonces, la supuesta revelación de que alguien debe tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, debe ser rechazada sin hacer más preguntas. En resumen, se aconseja aferrarse con todo el corazón en la Escritura y, con cautela y sabiduría, dejarse guiar por el Señor, el cual desea hacernos saber su Voluntad para que nosotros la sigamos con fidelidad.

Sorprendido por un Dios asombroso


Publicado en la Revista Lider Juvenil
www.liderjuvenil.com


          Es normal para la mayoría de cristianos afirmar que tenemos un Dios infinito, poderoso, lleno de amor, misericordia y gracia. De hecho, muchas de las alabanzas que cantamos en la iglesia son, en buena medida, una colección algo desordenada y emotiva de adjetivos y calificativos dedicados al Señor, a veces con claridad y otras, no tanto. Sin embargo,muchas veces parece que el enfoque de la emoción es la adoración en sí y no tanto el Dios a quien se supone que dirigimos nuestra alabanza. De hecho, si hemos de ser honestos, en general parece que los cristianos estamos perdiendo nuestra capacidad de aprender cosas nuevas y emocionantes acerca de Nuestro Señor.
            Hace un tiempo, decidí enseñar a los jóvenes de mi iglesia en Honduras una serie de predicaciones acerca de la persona de Dios. Debo confesar que ya estaba preparando las viejas notas de Teología Propia que normalmente enseño a mis alumnos de Seminarios e Institutos bíblicos. Mi mente estaba más o menos preparada para repasar los argumentos de la existencia de Dios, los “atributos comunicables” y una buena explicación sobre la Trinidad, barnizada por conceptos filosóficos. Sin embargo, el Señor tenía otros planes para mí y para los jóvenes.
Partiendo de una extraña pero muy clara insatisfacción con el material que tenía, Dios me llevó a buscarlo a Él en la Biblia y no usar los, en otro momento, útiles mapas preconcebidos de la teología sistemática. Las dos figuras bíblicas que mencionaré a continuación son parte de ese emocionante, apasionante y sin duda sorprendente viaje a través de las páginas de la Escritura, a través del cual fui deslumbrado de nuevo por un Dios que es simplemente fascinante.
El Artista de la Creación. Quizá las películas sobre el Génesis o los dramas de la iglesia nos han motivado a imaginarnos a un Dios creadormuy serio y formal con una voz profunda al estiloDarthVader ordenando “¡hágase la luz!”. Sin embargo, mi sorpresa fue muy grande al leer los siguientes textos bíblicos en traducciones variadas: “Al ver Dios la belleza de la luz, la apartó de la oscuridad” (Gén. 1:4, TLA), “Mientras Dios admiraba tal belleza…” (Gén. 1:12-13, 18, 31, TLA), “…mientras cantaban a coro las estrellas matutinas y todos los ángeles gritaban de alegría?” (Job 38:7, NVI).
¡Vaya! Tratando de despojarme de toda preconcepción, el ambiente reflejado por estos textos no es el de una catedral seria y digna o el de un culto formal que tanto caracteriza a muchas de nuestras iglesias. El escenario es uno de alegre fiesta; de asombro inquieto y hasta de cierto regocijo infantil. Me pude imaginar al Señor creando el mundo y diciéndose “esto le va agradar a ellos… este toque les encantará”.Me imaginé a un Dios artista contemplando extasiado su obra y los ángeles alrededor vitoreando y siendo testigos privilegiados de una muestra del impresionante, poderoso y creativo amor de su Rey.
Al tratar de buscar las consabidas imágenes para la presentación audiovisual de mi predicación, las que mejor encajaron eran las de niños deleitándose en un alborozado caos artístico, riendo y jugando con pintura; experimentando con gran regocijo y buscando las mejores combinaciones de colores en un auténtico festival de creatividad. ¡Ese es mi Dios!
El enamorado traicionado por su pueblo.Lógicamente, para seguir aprendiendo acerca de un Dios admirable, el paso que seguía era ir a los profetas.Esperaba un poderoso mensaje de un majestuoso Dios airado ante el pecado de un pueblo de cabeza y corazón duros. Sin embargo, una nueva sorpresa me aguardaba. Aquí me topé de frente con el dolor de un Dios apasionadamente celoso. ¿Qué hace el Señor de los cielos cuando su pueblo le es infiel? Los profetas me respondieron con una fuerza dramática que yo no esperaba.
Por ejemplo, para echar en cara al pueblo su infidelidad, el Señor utiliza palabras poco “evangélicas” como las siguientes: “¿Cómo se atreven a decir que no han pecado ni han adorado a dioses falsos?… ¡Admitan todo lo que han hecho! Son como una burra en celo cuando anda en busca del macho: se pone a olfatear el viento, y en cuanto corre al monte nadie la puede frenar. Si el macho la busca, fácilmente la encuentra” (Jer. 2:23, TLA); “A todas las prostitutas se les paga; tú, en cambio, les pagas a tus amantes. Los sobornas para que vengan de todas partes a acostarse contigo” (Ez. 16:33, NVI).¡Qué palabras más trágicas, llenas de una triste mezcla entre resentimiento, desconsuelo y dolor! El leer esta figura incluso me hizo dudar que se pudiera enseñar en el santo ambiente de una iglesia, aunque al mismo tiempo, pensé en varios adolescentes que sin duda pondrían más atención que nunca.
A la vez, por supuesto, en los profetas hay creativos y justos anuncios de juicio, los cuales involucran destrucción incluso a través de los amantes del pueblo adúltero. Sin embargo, lo que sobresale no es Dios como vengativo juez satisfecho por castigar al pecador. En realidad, los abundantes reclamos y castigos parecen provenir de un corazón dolido y atormentado, que ansía la reconciliación: “Cuando yo te perdone por todo lo que has hecho, tú te acordarás de tu maldad y te avergonzarás…” (Ez. 16:63, NVI); “Cuando visita a sus amantes se pone joyas y les lleva regalos, pero a mí me tiene olvidado. Por eso la voy a castigar, pues ha adorado a dioses falsos. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así lo haré.A pesar de todo eso, llevaré a Israel al desierto, y allí, con mucho cariño, haré que se vuelva a enamorar de mí” (Os. 2:13-14, TLA). La pasión de Dios por su amado pueblo es tan grande que siente las profundas heridas cuando le somos infieles. Incluso el castigo justo tiene como propósito hacernos regresar a su lado. ¡Qué Dios tan asombrosamente apasionado el que nos presenta la Palabra!
El dolor de la traición amorosa y los celos son emociones que no son desconocidas para los jóvenes. Los rostros juveniles, sorprendidos como yo, parecían iluminarse al descubrir en la Biblia a un Dios amorosamente poderoso y casi vulnerable ante la deslealtad de su pueblo.
Qué aprendí. Primero, puedo decir que esta serie de predicaciones cambió para siempre mi percepción del Señor. Mi tiempo de oración y de comunión con Él ha sido más abierto. En muchos sentidos lo siento más cercano. Segundo, me recordó el privilegio de redescubrir al infinito Rey de reyes. Un Dios demasiado domesticado por ciertos criterios teológicos tarde o temprano termina siendo una caricatura hecha a nuestro gusto. Tercero, las figuras e ilustraciones bíblicas que buscan expresar lo inexpresable me ayudan a sorprenderme continuamente con nuevas dimensiones del Dios al que adoro y a quien sirvo. Desde entonces he descubierto nuevas ilustraciones bíblicas: el padre amoroso que busca acariciarnos (Deut. 1:30) o la madre que desea dar consuelo (Is. 66:13). Sin embargo, nunca voy a olvidar el día en el que Dios mismo me sorprendió con su admirable personalidad. ¡Gloria a su asombroso Nombre!

¿Cómo podemos explicar la Trinidad?


(Artículo mío publicado en la Biblia G3: www.bibliag3.com)


Si eres de los que dice "Me cuesta entender y explicar la doctrina de la Trinidad a otras personas", entonces tengo una buena noticia para ti: ¡Eres una persona normal! Así es. No existe ninguna persona sobre esta tierra que pueda decir que entiende a cabalidad ese gran misterio que se llama la Trinidad. Sin embargo, en la tarea de satisfacer las inquietudes naturales que como seres humanos tenemos, se hace necesario explicar en qué consiste esta fundamental doctrina de la fe cristiana.

Quizá una buena forma de comenzar sea explicar qué no es la doctrina. Primero, la Trinidad no es la creencia en tres dioses. La Biblia enseña con claridad, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, que Dios es uno (Deut. 6:4) y que hay un solo Dios (1 Tim. 2:5). Jesús nunca proclamó ser "otro" Dios, sino que dijo que él y el Padre eran uno (Juan 10:30). Segundo, el cristianismo no cree que las tres personas son sólo distintos roles de la misma persona, convirtiéndose a veces en el Padre, a veces en el Hijo y a veces en el Espíritu Santo, como si la Divinidad sufriera de múltiple personalidad. Tercero, tampoco cree la iglesia cristiana en un Dios que creó a Cristo como un dios menor, tal y como enseñan algunos grupos sectarios.

La doctrina de la Trinidad sí es la creencia en un solo Dios en tres personas eternas e iguales, aunque distintas en personalidad. Esta doctrina es sustentada por algunos indicios en el Antiguo Testamento y abundantes pruebas en el Nuevo Testamento. Ya te dije antes que la Biblia enseña claramente que Dios es uno y que hay un solo Dios. Sin embargo, el Antiguo Testamento presenta algunos indicios de la pluralidad de la Divinidad. En primer lugar, hay varios pasajes en los que Dios parece hablar consigo mismo en plural: "Hagamos al hombre" (Gén. 1:26); "descendamos y confundamos allí su lengua" (Gén. 11:7). En segundo lugar, hay textos que parecen presentar a Jehová hablando con otro personaje que también es Jehová (Zac. 3:1-2). El Nuevo Testamento presenta con gran claridad que Jesucristo es Dios (Juan 1:1; Rom. 9:5; Tito 2:13; Fil. 2:5-6; Col. 2:9; 1 Tim. 3:16; 1 Juan 5:20; Ap. 1:8,11-13). Además, la Biblia afirma que el Espíritu Santo posee características, atributos y derechos que sólo corresponden a Dios (conoce lo profundo de Dios, 1 Cor. 2:10; imparte vida, Rom. 8:11; es creador, Job 33:4; es omnipresente, Sal. 139:7). Por último, se debe señalar la existencia de pasajes bíblicos que presentan a las tres personas en alguna actividad conjunta: Mr. 1:10-11 en el bautismo de Jesús; Mt. 28:19 en la fórmula que se debe usar en el bautismo, en la que, de paso, puede verse la existencia de un solo nombre para las tres Personas; 2 Cor. 13:14 en una salutación del apóstol Pablo, quien los pone a los tres como dignos de derramar bendiciones sobre los lectores de esa carta. Como puedes ver, la Trinidad no es la invención de algún teólogo "desvelado", sino que es una enseñanza clara de la Palabra de Dios.

En el pasado, ha habido intentos de muchos cristianos por explicar la doctrina de la Trinidad, diciendo que es posible encontrar otros ejemplos de cosas que son "tres en uno". Algunos de esos ejemplos los puedes leer a continuación: 1) El agua (la misma agua, pero en sus tres estados, sólido, líquido y gaseoso); 2) las dimensiones de las cosas (largo, ancho, profundidad), son tres, pero es la misma cosa; 3) Los árboles, ya que tienen raíz, tronco y ramas, pero es el mismo árbol; 4) El hombre que es, a la vez, esposo, padre e hijo; 5) El trébol que tiene tres hojas, pero es el mismo trébol; 6) la electricidad que impulsa un motor, que da luz por medio de una lámpara y que hace funcionar una plancha (son tres clases de aparatos, pero es la misma electricidad); 7) El triángulo que tiene tres lados iguales, pero es un solo triángulo; etc.

La verdad es que ninguno de estos ejemplos –y ningún otro– pueden ilustrar a la perfección una verdad tan profunda e infinita como la de la Trinidad. De hecho, recuerda que la mente humana es finita, limitada e imperfecta. Por lo tanto, ¿crees tú que una mente tan pequeña como la mía, la tuya o la de algún maestro de ciencias puede explorar la naturaleza infinita de Dios? Para ser sinceros, si alguien puede llegar a entender el misterio de la Trinidad, esa persona tendría que ser Dios mismo (1 Cor. 2:11). De esta manera, ¡más bien hay que dar gracias a Dios porque no podemos ilustrar cómo es él! ¿Te das cuenta? Si pudiéramos comparar al Señor con alguna cosa que hay en la naturaleza, ese Dios sería pequeñísimo; del tamaño del entendimiento de cualquier ser humano. No valdría la pena confiar en él, ya que no sería Todopoderoso, infinito u omnipresente.

Debido a nuestra incapacidad para llegar a entender a la Persona de Dios, es que Él tomó la iniciativa y decidió hacerse como uno de nosotros, en la persona de Jesucristo, para que pudiéramos apreciar cómo es Él. Por eso es que Jesús pudo decir que quien lo había visto a él había visto al Padre (Juan 14:9) y es por ello que se puede decir que Jesús vino para dar a conocer a Dios (Juan 1:18). Lo más que podemos llegar a afirmar es que Dios es uno solo, pero se manifiesta en Padre, Hijo y Espíritu Santo. Aunque cada una de estas tres Personas tiene existencia propia, distinta de la de los otros dos, es el único y eterno Dios en el que creemos. Si alguien quiere burlarse ti debido a esa creencia, puedes contestar que, el hecho de que no podamos entender algo, no significa que no sea real. Di que esa es la enseñanza que el mismo Dios nos ha revelado y que prefieres confiar en lo que Dios te ha dicho que en lo que cualquier ser humano diga. Aunque mi mente no puede comprenderlo, todo mi ser lo acepta como la verdad que el Señor mismo nos quiso comunicar. ¡Gloria a su nombre!

¿Existe la verdad absoluta?


Recibí la siguiente pregunta en un foro: "Quisiera entender el asunto de la verdad absoluta antes de hablar de eso con mis amigos de la Universidad.. Jesús, la verdad y la vida...¿Cómo se lo explico a amigos que nos son cristianos?

AQUÍ UNA RESPUESTA:
Primeramente, gracias por tu pregunta, la cual, déjame decirte, es clave como punto de partida de todo diálogo y reflexión posterior acerca de casi cualquier tema.

Creo que puedo contestar dividiendo en dos tu pregunta:
1) ¿Existe la verdad absoluta?
2) Si es así, ¿quién la posee?

Voy a comenzar imaginando que no existe la verdad absoluta. ¿Cuáles serían las implicaciones de tal afirmación? En primer lugar, que no existiría una autoridad que pudiera determinar si algo es cierto o no; si algo es correcto o no. Solamente existirían opiniones y modas pasajeras. En segundo lugar, implicaría que la opinión subjetiva de cada uno sería el criterio válido para actuar en X o Y circunstancia. Así, los homicidios o el incesto serían solamente "convencionalismos" y no serían técnicamente, ni buenos ni malos, sino que dependeríamos de la opinión de quien los efectúa. En tercer lugar, el caos y la anarquía regirían las maneras de conducirse y relacionarse de los seres humanos, ya que, sin normas absolutas, las leyes no tendrían sentido moral y tampoco tendrían fuerza legal, ya que cada quien se defendería diciendo "Es que a mí me pareció que robar el banco estaba bien, ya que yo necesito el dinero para vivir". En cuarto lugar, un mundo sin absolutos no valdría la pena estudiarse, ya que jamás podríamos asegurar que el conocimiento que hemos alcanzado es verdadero. ¿Quién podría asegurar que la llamada "Ley de la Gravedad" es absoluta? ¿Quién podría afirmar que 2+2=4, si los números no tendrían valor absoluto? Toda la fundamentación científica de la realidad quedaría relegada a meras opiniones pasajeras y sujetas a nuevas propuestas o ideas. por último, en quinto lugar, ¿cómo se podría probar de manera absoluta que no existe la verdad absoluta? Si yo digo que "no existe la verdad absoluta", necesariamente debo creer que "esa verdad" es absoluta... ¿o no? Lo anterior me deja con un razonamiento circular que termina siendo ilógico, así: "No existe la verdad absoluta... De hecho, ni esa afirmación es absoluta, por lo tanto, no puedo estar seguro de que no existe la verdad absoluta".

Ahora, imaginemos que sí existe la verdad absoluta. Las implicaciones serían las siguientes: Primero, que esa verdad es cierta para todos los tiempos, para todas las personas y para todos los lugares. Segundo, no todas las opiniones son verdad absoluta; ni siquiera los dogmas religiosos. De hecho, muchas de nuestras interpretaciones de la Biblia no dejan de ser eso: interpretaciones que contienen parte de verdad, pero que no son absolutas. por ejemplo, hay creyentes que creen en el arrebatamiento y hay otros que no creen. Obviamente, no pueden ser verdades absolutas ambas posturas, ya que son contradictorias y excluyentes. Sin embargo, una de ellas es la Verdad absoluta, aunque debamos adoptar una postura prudente a la hora de afirmar cuál de ellas lo es, a riesgo de mal interpretar la Escritura. Tercero, la Verdad absoluta debe provenir de algo (o Alguien) que está por encima de las opiniones subjetivas y particulares; por encima de los tiempos y por encima de las ideas humanas. En otras palabras, la Verdad absoluta debe provenir de un Absoluto; no de alguien relativo. Cuarto, la Biblia afirma que Jesús es La Verdad (Juan 14:6) y que esa Verdad está revelada a través de la Palabra (Juan 17:17), de manera propositiva. Por cierto, hay evidencias de que esto es cierto. Si Jesús es la Verdad, entonces podríamos esperar que su influencia en el mundo sea tal que transforme la historia completa; podríamos esperar que sus palabras fueran las palabras más asombrosas, profundas y significativas que la raza humana haya escuchado jamás; esperaríamos que sus hechos fueran portentosos y que demostrara su poder sobre los enemigos más fuertes de la humanidad: el pecado y la muerte. Todo lo anterior fue cumplido, de acuerdo a los registros históricos de los evangelios (prácticamente nadie que se precie de ser un investigador serio duda ya de los evangelios como registro histórico).

Unas cuantas observaciones:
1) Recuerda que Dios es la Verdad absoluta y que Él ha decidido revelar parte de esa Verdad en la Escritura. Sin embargo, Dios es mucho más grande que la Biblia misma, la cual es un testigo fiel de quién es Él.
2) Toda interpretación de la Biblia está basada en una Verdad absoluta, pero también, por provenir de seres humanos finitos y falibles, tiene elementos relativos, aunque sean mínimos. En otras palabras, al decir "yo creo que la Biblia enseña tal o cual cosa", debo tener cuidado de no estar tergiversando el sentido original del texto y debo reconocer que si falla esa interpretación, quien falló no fue la Biblia, sino mi interpretación.
3) Lo que a muchas personas les molesta, en el fondo, es que muchas veces los cristianos damos la impresión de ser engreídos y orgullosos, ya que parece que somos los dueños únicos de la Verdad absoluta. En realidad, el afirmar que Dios es la Verdad absoluta y que ha decidido revelarla en su Palabra, solamente es un punto de partida. En realidad, estamos en el proceso de seguir descubriendo la Verdad y debemos ser humildes y aceptar que podemos equivocarnos (de hecho la fe cristiana se ha equivocado muchas veces a través de la historia), haciendo absolutas muchas doctrinas y prácticas que son relativas.
4) Sugiero que tu actitud ante tus amigos sea abierta; de escuchar y no de juzgar; de descubrir juntos la verdad y no de imponerles tus puntos de vista.

Que Dios te use en ese contexto.

Alan Perdomo

Daniel: Fidelidad en el mundo de la política


Uno de los aspectos más particulares de América Latina ha sido su política y sus políticos. La percepción de que "aquí se hacen las cosas así" ha llevado a la política latinoamericana a ser identificada con intrigas, trampas y maniobras desleales que buscan manipular a los pueblos en procura de intereses egoístas. En una época en la que los evangélicos han llegado a posiciones de importancia política y social, es lamentable decir que esa situación no ha cambiado mucho.

    Un personaje bíblico que brilla como creyente y como funcionario público es Daniel. Este profeta sirvió de manera competente como consejero en tres gobiernos manteniéndose como un ejemplo de lealtad al Señor y a su pueblo. ¿Cuál fue su secreto? A continuación, señalamos tres pilares sobre los cuales este profeta edificó y sostuvo su fidelidad en el mundo de la política.


 

1) Su visión acerca de Dios

Para Daniel, Dios era más que un concepto teórico; era el motor de su vida y su actuación en la administración pública. Primero, el profeta entiende que el Señor es el director de la historia (Dan. 2:21-22, 28) por lo que puede decirse que los eventos nacionales e internacionales no son producto del azar, sino que responden al diseño de un Dios que mueve los poderes mundiales a voluntad. Segundo, Dios está por encima de los poderes humanos. En el cáp. 4, un terrible juicio cae sobre Nabucodonosor, rey de Babilonia, por su arrogancia. El propósito del castigo sobre el rey es presentar la superioridad absoluta del "Altísimo" quien "tiene el dominio en el reino de los hombres y lo da a quien él quiere" (Dan. 4:2-3, 32). Es clarísimo que, para Daniel, ningún rey o poder humano se puede comparar con el Dios de los cielos.

En resumen, el Dios de Daniel controla todos los aspectos de su vida personal y pública. Es tal la identificación con el Señor, que aun Darío ora "El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre" (Dan. 6:16). ¡Qué fácil olvidan a Dios nuestros políticos! Parece que su fe llega a ser como un eslogan que los hace quedar bien. ¡Qué ejemplo el de Daniel! Su fe era un pilar sobre el que se sostenía su eficiencia como servidor público y su fidelidad delante de "su Dios".


 

2) Sus convicciones firmes

    A menudo, los políticos parecen tener convicciones moldeables por las circunstancias y terminan expresando "posturas del momento" en lugar de verdaderas creencias. Daniel, en cambio, sostuvo sus convicciones hasta el fin. Por ejemplo, Dan. 1 menciona el conflicto relacionado con comer la comida del rey y la consiguiente pureza los jóvenes hebreos. Recordemos que el participar en esa comida implicaba ofrecerle su lealtad y su amistad incondicional al imperio babilónico. Las firmes convicciones de los jóvenes hacen que rechacen semejante compromiso que los alejaría de Dios y del pueblo cautivo. Los resultados, controlados por Dios, vindican la decisión de ellos. ¡Qué lección para los políticos que acostumbran ceder en "pequeñas cosas" y negociar sus convicciones por pura conveniencia!

    Otra muestra de la firmeza de Daniel se observa en el cáp. 6, donde una trampa bien tejida por sus adversarios lo pone entre la espada y la pared. De acuerdo al v. 7, si Daniel ora a Dios, morirá. ¿Qué hacer? Podría razonarse que este es un asunto menor y que, de todas maneras, "en su corazón", él seguiría adorando a Dios, aunque no lo hiciera públicamente. Sin embargo, el v. 10 resalta el carácter constante del profeta. Siguió adorando a Dios públicamente, fiel a su costumbre y en abierto desafío a una ley que era injusta y malintencionada. Como se ve, Daniel enfrentó la pena de muerte por perseverar en sus creencias. Ante el fácil oportunismo, necesitamos políticos evangélicos que levanten la bandera de las convicciones cristianas, aunque ello implique sufrir frente al monstruo de corrupción que tiene atrapado al mundo político del continente.


 

3) Su visión realista de los poderes humanos.

Las alturas del poder no provocan mareos en Daniel. Por un lado, es optimista ya que cree en un mundo que es dirigido por un Dios lleno de sabiduría y conocimiento (2:21-23). A la vez, es realista en relación con la naturaleza del poder humano. Él es consciente de que los gobiernos son pecaminosos –algo que con frecuencia se olvida en una campaña política a favor de un candidato evangélico. El capítulo 7 presenta una visión de los reinos humanos en forma de bestias horripilantes (más allá del simbolismo de la descripción). Es dramático recordar que Daniel le llama "bestia" al imperio del cual es consejero, bajo riesgo de molestar el frágil ego del rey y exponerse a una colérica reacción. Daniel, entonces, no se engaña pensando que tal o cual gobierno o candidato es "el redentor del pueblo". Él sabe que el estado puede llegar a convertirse en una terrible fiera, digna de temer. Más de un político ingenuo debería recordar esta valiosa enseñanza.

Como se ha podido ver, Daniel era más que un "buen creyente" con buenas intenciones. Era un siervo de Dios que poseía capacidades extraordinarias, pero también una fe inquebrantable. Su fidelidad no sólo se extendía a sus compromisos religiosos, sino que abarcaba la totalidad de su vida como profeta y como consejero político. En un tiempo en el que los evangélicos incursionan cada vez más en este campo, necesitamos hombres y mujeres con una pasión intensa por Dios y que sepan defender sus convicciones para llevar nuestra fidelidad de la frialdad de la teoría al calor de la práctica… aun en el mundo de la política.

Invocación al Dios literario

Pronunciado en la presentación del libro Didáctica de las Figuras Literarias. Jueves 26 de Julio de 2007.

Señor del Universo; Creador de todo por medio del poder de tu Palabra; autor original de la comunicación; supremo inspirador de sublimes y autoritativos juicios; infalible guía de santos hombres que expresaron tu divina voluntad usando humanos retratos e imágenes; a ti que hablaste muchas veces y de muchas maneras a los padres; a ti que en estos postreros días hablaste por medio del Hijo; a ti que te deleitas en cruzar los laberintos literarios para hacerme admirar la sencilla elocuencia de tu voz; a ti elevo mi gratitud; a ti me entrego; tu Nombre invoco en esta noche excepcional.

Señor de misericordia, gracias por tus dones. Mi corazón danza de alegría al escucharte entonar el cántico del perdón y la reconciliación; al descubrir tu complacencia cuando me llamas “hijo querido”. Mi humanidad se eleva hacia alturas incomparables al comprobar que soy tu imagen y semejanza. Mi espíritu entona una melodía de adoración y gratitud al meditar en que mis habilidades y dones; mis palabras; mi comunicación y expresión son un reflejo de tu esencia como Creador y productor cósmico. Mi lengua se esfuerza como un dedicado arqueólogo y escarba el idioma para tratar de descubrir maneras precisas de expresar lo inexpresable: que tu maternal amor es mi sostén; que tu poder es mi competencia y que tu compañía es la fuente de mi esperanza presente y futura.

Señor majestuoso, esta noche de alegres estrellas y sonrisas luminosas, deseo entregarme una vez más a ti. Al igual que los apocalípticos seres vivientes alrededor de tu trono, doy gloria y honra y acción de gracias a ti que reinas y que vives por los siglos de los siglos. De la misma manera que los veinticuatro ancianos de la corte celestial, es mi decisión colocar mis coronas de triunfo ante tu noble majestad porque, Señor, solo tú eres digno de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas y por tu voluntad existen y fueron creadas. Mi ser, mis anhelos, mis sueños y mis actos son tuyos. Bendito sea tu Nombre glorioso por siempre y para siempre.

Señor de mi vida, al invocar tu Nombre, proclamo tus derechos absolutos sobre todo y sobre todos; reconozco mis muchas limitaciones y, a la vez, declaro mi entera sumisión a tu graciosa voluntad. Por ello, suplico humildemente tus bendiciones y favores sobre mí, sobre mi familia y sobre la tarea que has entregado en mis manos. Prospera la obra de tu siervo y hazme publicar con mis palabras y mis actos: “Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel; el único que hace maravillas. Bendito su nombre para siempre y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén”.

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