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COVID-19: Una crisis complicada (Libro)

Unos días después de iniciada la emergencia por el nuevo coronavirus en el mundo, los hermanos del Seminario Bíblico Centroamericano de Honduras le encargaron a este servidor escribir un documento que presentara una perspectiva teológica de la crisis. El propósito principal era que se convirtiera en una herramienta de consulta y orientación para pastores y líderes de las iglesias. Conforme se avanzó en el proyecto, se vio que podría ser de utilidad para otros hermanos en la fe y para personas interesadas en conocer el punto de vista cristiano, proveniente de la Escritura acerca de esta inesperada situación mundial.

Al terminar el documento y comenzar a compartirlo, el pastor y amigo personal, Abner Mejía, tuvo la idea de convertirlo en un pequeño libro para que fuera más fácil su lectura y su acceso a más personas. Como dice en la introducción de la pequeña obra, la intención es que sea un punto de partida para el diálogo fructífero que lleve a un mejor pensamiento sobre el tema, así como el inicio de proyectos que exalten al Señor y ayuden a muchas personas en necesidad durante este tiempo de crisis. Agradezco a las personas que, amablemente, colaboraron en la confección de este librito.

Aquí dejo el libro en su totalidad en un formato que se puede leer.



Los líderes son más culpables (Miqueas 3)


Publicado en
"El Encuentro con Dios"
Unión Bíblica

Miqueas 3

1 Entonces dije: «Escuchen, gobernantes de Jacob, autoridades del pueblo de Israel: Acaso no les corresponde a ustedes conocer el derecho? 2 Ustedes odian el bien y aman el mal; a mi pueblo le arrancan la piel del cuerpo y la carne de los huesos; 3 ustedes se devoran a mi pueblo, le arrancan la piel, le rompen los huesos; lo descuartizan como carne para la olla, como carne para el horno.» 4 Ya le pedirán auxilio al Señor, pero él no les responderá; esconderá de ellos su rostro porque hicieron lo malo. 5 Esto es lo que dice el Señor contra ustedes, profetas que descarrían a mi pueblo: «Con el estómago lleno, invitan a la paz; con el vientre vacío, declaran la guerra. 6 Por tanto, tendrán noches sin visiones, oscuridad sin presagios.» El sol se ocultará de estos profetas; ¡el día se les volverá tinieblas! 7 Los videntes quedarán en vergüenza; los adivinos serán humillados. Dios les tapará la boca, pues no les dará respuesta. 8 Yo, en cambio, estoy lleno de poder, lleno del Espíritu del Señor, y lleno de justicia y de fuerza, para echarle en cara a Jacob su delito; para reprocharle a Israel su pecado. 9 Escuchen esto ustedes, gobernantes del pueblo de Jacob, y autoridades del reino de Israel, que abominan la justicia y tuercen el derecho, 10 que edifican a Sión con sangre y a Jerusalén con injusticia. 11 Sus gobernantes juzgan por soborno, sus sacerdotes instruyen por paga, y sus profetas predicen por dinero; para colmo, se apoyan en el Señor, diciendo: «¿No está el Señor entre nosotros? ¡No vendrá sobre nosotros ningún mal!» 12 Por lo tanto, por culpa de ustedes Sión será como un campo arado; Jerusalén quedará en ruinas, y el monte del templo se volverá un matorral.


            Vivimos en una época fascinada por los líderes y el liderazgo. Los vemos como hombres y mujeres carismáticos que utilizan el poder para dirigir grupos, sociedades y naciones. Sí; las posiciones de poder resultan atrayentes para muchos, sobre todo porque se ha llegado a pensar en que es normal usar los cargos para beneficiarse. El pasaje de hoy coloca a los líderes en una posición de mayor responsabilidad por el pecado que el resto de las personas. Todos son culpables, pero el Señor acusa frontalmente a aquellos que por su autoridad tenían la obligación de ser modelos para los demás.
            Los gobernantes y los profetas de Israel muestran señales absolutamente contrarias a sus responsabilidades. Ellos deberían ser los que imparten justicia a los oprimidos, los que prestan ayuda a los necesitados y que instruyen al pueblo. Sin embargo, ellos hacen lo contrario. Los líderes políticos utilizan los privilegios que les dan sus cargos para, a través de corrupción y robo descarado, alimentar su codicia cada vez mayor, sin importarles el daño que estas acciones producen a los demás. Los líderes religiosos, por su parte, no se quedan atrás. En lugar de guiar al pueblo con sabiduría, lo hacen errar, utilizando sus palabras para su egoísta conveniencia o para condenar a aquellos que los adversan. Los responsables de la buena marcha de las personas, se aprovechan de ellas. Estas palabras resuenan más fuerte en situaciones de corrupción e ilegalidad que tanto abundan en estos días. ¡Qué vergüenza!
            La denuncia es clara y la sentencia es final. El Señor va a actuar de manera pública en contra de estos líderes malvados. No les responderá a los gobernantes cuando ellos clamen al Señor. A los profetas corruptos se les vendrá la noche, en lugar de que ellos sirvan de luz y guía para el pueblo. Por supuesto, en el resto del libro, Dios ha acusado a todo el pueblo por los pecados contra él y contra el prójimo. Sin embargo, un juicio especial está reservado en contra de aquellos dirigentes que, abandonan su responsabilidad y utilizan su oficio para fines egoístas.
            ¿Cómo usamos los privilegios que da el liderazgo? ¿Somos buenos ejemplos o dejamos que la codicia distorsione nuestra labor? ¿Denuncias a los malos líderes o callas de manera cómplice?

Oración
            Señor, si me colocas en puestos de autoridad, hazme entender la doble responsabilidad de un líder y ayúdame a ser una influencia positiva a favor de aquellos que están bajo mi dirección.

¡El pueblo de Dios enfrentado con Dios! (Miqueas capítulo 2)

Publicado en "El Encuentro con Dios"
Unión Bíblica

¿Pueblo de Dios enemigo de Dios? Parece una falsedad o al menos una exageración. Es que cada vez es más común entre los cristianos de hoy pensar que por ser hijos de Dios, el éxito es seguro en todo momento. Sin embargo, el pasaje de este día describe las condiciones en las que el pueblo de Dios se coloca a sí mismo como auténtico adversario del Señor.
            Miqueas es muy específico en cuanto a la naturaleza de los pecados del pueblo. Tanto, que parece que estas palabras provienen de algún noticiero de nuestros países. La codicia, la corrupción, la violencia, el latifundio y la opresión contra los pobres y desposeídos son parte de una vergonzosa galería de impiedades que ocurrían en el seno de “mi pueblo”. La verdad es que, muchas veces, estos pecados son percibidos solo como consecuencia natural del sistema económico o político en que se vive. Otras veces se exhorta a los creyentes a callar o ser indiferentes frente a esta “realidad inevitable de la vida”. Sin embargo, el mensaje del profeta es explícito en el sentido de que, así como estos malvados “piensan” y planean cómo aprovecharse del prójimo (v. 1), así el Señor de los cielos “piensa” y planea cómo será el castigo terrible por los abusos contra sus hermanos (v. 3). El castigo será tan ejemplar que las futuras generaciones se burlarán de ellos por haberse enfrentado al Poderoso Dios (v. 4). La sentencia es terrible, pero justa.
La reacción de muchos es casi igualmente vergonzosa como los pecados mismos. Dicen que si son parte del pueblo escogido, Dios no puede estar en su contra (v. 7). A pesar de ello, el Señor mismo afirma que ellos se han colocado como sus enemigos (v. 8). Sus falsos profetas, que predican lo que a ellos les gusta no los salvarán. ¡Qué terrible! ¡El pueblo escogido de Dios se porta como enemigo! Dios traerá restauración en un día glorioso, pero después de pasar por el justo castigo del Señor. ¡Solo algunos se librarán de ese terrible juicio divino! ¡Qué horror es verse enfrentado a Dios por la codicia!
Aplica
¿Cómo tratas a los más pobres que tú? ¿Eres culpable de estos terribles pecados en contra del prójimo? ¿Debes arrepentirte de estos u otros pecados?

Señor, prometo que mi caminar contigo será evidente en mis relaciones de justicia y misericordia para con el prójimo. Así mostraré que soy parte de tus fieles.

La verdadera tragedia

Publicado en el libro 
"El Encuentro con Dios", 2013 

1 Yo soy Miqueas de Moréset. Dios me comunicó lo que pensaba hacer contra las ciudades de Samaria y Jerusalén. Esto sucedió cuando Jotán, Ahaz y Ezequías eran reyes de Judá. Esto es lo que Dios me dijo: 2 «¡Escúchenme bien, pueblos todos de la tierra! ¡Préstenme atención, habitantes de este país! Yo soy el Dios de Israel y desde mi santo templo voy a denunciar sus maldades. 3 »Ya estoy por salir y destruiré los pequeños templos que han construido en los cerros de este país. 4 »Cuando ponga mis pies sobre las montañas, ellas se derretirán como la cera en el fuego, y los valles se partirán en dos, como se parten las montañas cuando los ríos bajan por ellas. 5 »Todo esto sucederá por la rebeldía de los israelitas, pues ya son muchos sus pecados. Los de Israel pecaron en la ciudad de Samaria; los de Judá adoraron a otros dioses en la ciudad de Jerusalén. 6 Por eso convertiré a Samaria en un montón de ruinas; esparciré sus piedras por el valle y la dejaré al descubierto. ¡Sólo servirá para plantar viñedos! 7 »Por eso haré pedazos todos los ídolos de Samaria. Los hicieron con las monedas que ganaron las prostitutas; ¡pues yo los fundiré en el fuego y en monedas los convertiré de nuevo!» 8 Entonces yo dije: «Samaria y mi pueblo Judá han sido heridos de muerte. La muerte también amenaza a Jerusalén, capital de Judá. »Por eso lloro y estoy triste; por eso ando desnudo y descalzo; por eso chillo como avestruz, por eso lanzo aullidos como chacal. 10 »Pero no se pongan a llorar ni digan nada a los de Gat. Más bien retuérzanse de dolor en ese pueblo polvoriento que se llama Polvareda. 11 »Ustedes, habitantes de Bellavista, serán llevados como esclavos; avanzarán desnudos y avergonzados. Habrá lágrimas en el pueblo vecino, pero los habitantes de Zaanán no saldrán en su ayuda. 12 Los habitantes del pueblo de Amargura se quedarán esperando ayuda, pero Dios enviará la desgracia hasta la entrada misma de Jerusalén. 13 »Ustedes, habitantes de Laquis, ¡enganchen sus caballos a los carros! Fue en la ciudad de ustedes donde todos nuestros males comenzaron. Allí pecaron los israelitas, y allí pecaron los de Jerusalén. 14 Por eso tendrán que despedirse de su amado pueblo de Moréset-gat. Los reyes de Israel serán engañados en el pueblo llamado Trampa». 15 Y Dios dijo: «Contra ustedes, habitantes del pueblo llamado Conquista, voy a enviar un conquistador, y aun los israelitas más valientes huirán hasta la cueva de Adulam. 16 Habitantes de Jerusalén, ¡lloren y aféitense la barba!, ¡lloren y córtense el cabello hasta quedar calvos como un buitre! ¡Sus hijos queridos serán llevados a un país lejos de aquí!»  Miqueas 1 (Traducción en Lenguaje Actual)



Nuestros países viven a menudo catástrofes naturales debido a muchos factores. Así, huracanes, terremotos, inundaciones, accidentes de automóviles y otros hechos enlutan nuestras ciudades y pueblos. Por eso les llamamos tragedias, y cuando ocurren, todos los ciudadanos parecen ser sensibilizados por las necesidades y sufrimiento de las víctimas.
         Existe, sin embargo, una tragedia mucho más grande y que está llenando de luto, desesperanza y amargura nuestros hogares y nuestras ciudades: es el pecado. Este desastre hace mucho más daño que todos los huracanes y terremotos juntos. Arruina sueños, relaciones entre familiares y amigos, deforma la identidad de las sociedades y las personas. Así, nuestras ciudades son verdaderos refugios de crimen contra uno mismo, contra el prójimo y contra el ambiente. No obstante, es interesante y trágico que, a diferencia de los desastres naturales, tenemos la tendencia a minimizar o aun a ignorar los fatídicos efectos del pecado, la rebeldía y la desobediencia en general, y específicamente contra Dios.
En realidad, en último caso, la fuente de nuestra situación como raza humana es precisamente nuestra pecaminosidad. Por ello, cuando el Señor se refiere al pecado en su Santa Palabra lo hace con una nota de gravedad que debe calar hondo en las conciencias de todos aquellos que leemos estas solemnes palabras. Dios se revela saliendo de su santo templo, mostrando su arrasadora majestad y siendo un testigo formal contra las ciudades que han emprendido un estilo de vida idólatra, egoísta, hedonista e independiente del Señor de los cielos. ¡Qué grave es la rebeldía!
Al ser confrontados con nuestro pecado y las decisiones rebeldes y desobedientes que hemos tomado, la actitud más sensata es lamentarnos, arrepentirnos y hacer luto en humillación ante la santidad del Señor. Solamente si estamos dispuestos a gemir y retornar al buen camino podremos enfrentar adecuadamente las tragedias provocadas por el pecado. ¡Cuántas lágrimas! ¡Cuánto dolor! ¡Cuánta frustración provoca esta tragedia!
¿Cómo ves tu pecado? ¿Eres de los que se justifica o de los que llora por la rebelión contra Dios? ¿Cuál crees que debe ser tu actitud hoy ante tu pecado y sus consecuencias? 

Señor, hoy me humillo ante ti y me comprometo a abandonar mi trágica situación de pecado.

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