Aquí dejo el libro en su totalidad en un formato que se puede leer.
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¿Por qué insistimos en la autoridad de la Biblia?
Esta es una acelerada época que busca resultados efectivos a corto plazo. En el terreno del ministerio de la iglesia, lo anterior implica la búsqueda, a veces entusiasta, a veces desesperada, de métodos para alcanzar frutos rápidos y visibles. En relación con el ministerio juvenil, el fenómeno es, quizá, más acentuado aún. La mayoría de líderes juveniles están en permanente búsqueda de métodos más divertidos, más recientes o más emocionantes para instruir, entretener o simplemente motivar a los jóvenes. En este contexto, las fuentes de autoridad también se tambalean y se vuelven inestables y cambiantes. Así, los ministerios que insisten de manera obstinada en que la Biblia es la máxima autoridad en todo asunto de fe y práctica corren el riesgo de ser tildados de ingenuos o, peor aún, obsoletos. ¿Por qué deberíamos empeñarnos en mantener la autoridad absoluta de la Palabra en estos globalizados tiempos de los métodos gerenciales y tecnocráticos? Considera las siguientes cuatro razones teológicas.
¿Cómo podemos explicar la Trinidad?
(Artículo mío publicado en la Biblia G3: www.bibliag3.com)
Si eres de los que dice "Me cuesta entender y explicar la doctrina de la Trinidad a otras personas", entonces tengo una buena noticia para ti: ¡Eres una persona normal! Así es. No existe ninguna persona sobre esta tierra que pueda decir que entiende a cabalidad ese gran misterio que se llama la Trinidad. Sin embargo, en la tarea de satisfacer las inquietudes naturales que como seres humanos tenemos, se hace necesario explicar en qué consiste esta fundamental doctrina de la fe cristiana.
Quizá una buena forma de comenzar sea explicar qué no es la doctrina. Primero, la Trinidad no es la creencia en tres dioses. La Biblia enseña con claridad, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, que Dios es uno (Deut. 6:4) y que hay un solo Dios (1 Tim. 2:5). Jesús nunca proclamó ser "otro" Dios, sino que dijo que él y el Padre eran uno (Juan 10:30). Segundo, el cristianismo no cree que las tres personas son sólo distintos roles de la misma persona, convirtiéndose a veces en el Padre, a veces en el Hijo y a veces en el Espíritu Santo, como si la Divinidad sufriera de múltiple personalidad. Tercero, tampoco cree la iglesia cristiana en un Dios que creó a Cristo como un dios menor, tal y como enseñan algunos grupos sectarios.
La doctrina de la Trinidad sí es la creencia en un solo Dios en tres personas eternas e iguales, aunque distintas en personalidad. Esta doctrina es sustentada por algunos indicios en el Antiguo Testamento y abundantes pruebas en el Nuevo Testamento. Ya te dije antes que la Biblia enseña claramente que Dios es uno y que hay un solo Dios. Sin embargo, el Antiguo Testamento presenta algunos indicios de la pluralidad de la Divinidad. En primer lugar, hay varios pasajes en los que Dios parece hablar consigo mismo en plural: "Hagamos al hombre" (Gén. 1:26); "descendamos y confundamos allí su lengua" (Gén. 11:7). En segundo lugar, hay textos que parecen presentar a Jehová hablando con otro personaje que también es Jehová (Zac. 3:1-2). El Nuevo Testamento presenta con gran claridad que Jesucristo es Dios (Juan 1:1; Rom. 9:5; Tito 2:13; Fil. 2:5-6; Col. 2:9; 1 Tim. 3:16; 1 Juan 5:20; Ap. 1:8,11-13). Además, la Biblia afirma que el Espíritu Santo posee características, atributos y derechos que sólo corresponden a Dios (conoce lo profundo de Dios, 1 Cor. 2:10; imparte vida, Rom. 8:11; es creador, Job 33:4; es omnipresente, Sal. 139:7). Por último, se debe señalar la existencia de pasajes bíblicos que presentan a las tres personas en alguna actividad conjunta: Mr. 1:10-11 en el bautismo de Jesús; Mt. 28:19 en la fórmula que se debe usar en el bautismo, en la que, de paso, puede verse la existencia de un solo nombre para las tres Personas; 2 Cor. 13:14 en una salutación del apóstol Pablo, quien los pone a los tres como dignos de derramar bendiciones sobre los lectores de esa carta. Como puedes ver, la Trinidad no es la invención de algún teólogo "desvelado", sino que es una enseñanza clara de la Palabra de Dios.
En el pasado, ha habido intentos de muchos cristianos por explicar la doctrina de la Trinidad, diciendo que es posible encontrar otros ejemplos de cosas que son "tres en uno". Algunos de esos ejemplos los puedes leer a continuación: 1) El agua (la misma agua, pero en sus tres estados, sólido, líquido y gaseoso); 2) las dimensiones de las cosas (largo, ancho, profundidad), son tres, pero es la misma cosa; 3) Los árboles, ya que tienen raíz, tronco y ramas, pero es el mismo árbol; 4) El hombre que es, a la vez, esposo, padre e hijo; 5) El trébol que tiene tres hojas, pero es el mismo trébol; 6) la electricidad que impulsa un motor, que da luz por medio de una lámpara y que hace funcionar una plancha (son tres clases de aparatos, pero es la misma electricidad); 7) El triángulo que tiene tres lados iguales, pero es un solo triángulo; etc.
La verdad es que ninguno de estos ejemplos –y ningún otro– pueden ilustrar a la perfección una verdad tan profunda e infinita como la de la Trinidad. De hecho, recuerda que la mente humana es finita, limitada e imperfecta. Por lo tanto, ¿crees tú que una mente tan pequeña como la mía, la tuya o la de algún maestro de ciencias puede explorar la naturaleza infinita de Dios? Para ser sinceros, si alguien puede llegar a entender el misterio de la Trinidad, esa persona tendría que ser Dios mismo (1 Cor. 2:11). De esta manera, ¡más bien hay que dar gracias a Dios porque no podemos ilustrar cómo es él! ¿Te das cuenta? Si pudiéramos comparar al Señor con alguna cosa que hay en la naturaleza, ese Dios sería pequeñísimo; del tamaño del entendimiento de cualquier ser humano. No valdría la pena confiar en él, ya que no sería Todopoderoso, infinito u omnipresente.
Debido a nuestra incapacidad para llegar a entender a la Persona de Dios, es que Él tomó la iniciativa y decidió hacerse como uno de nosotros, en la persona de Jesucristo, para que pudiéramos apreciar cómo es Él. Por eso es que Jesús pudo decir que quien lo había visto a él había visto al Padre (Juan 14:9) y es por ello que se puede decir que Jesús vino para dar a conocer a Dios (Juan 1:18). Lo más que podemos llegar a afirmar es que Dios es uno solo, pero se manifiesta en Padre, Hijo y Espíritu Santo. Aunque cada una de estas tres Personas tiene existencia propia, distinta de la de los otros dos, es el único y eterno Dios en el que creemos. Si alguien quiere burlarse ti debido a esa creencia, puedes contestar que, el hecho de que no podamos entender algo, no significa que no sea real. Di que esa es la enseñanza que el mismo Dios nos ha revelado y que prefieres confiar en lo que Dios te ha dicho que en lo que cualquier ser humano diga. Aunque mi mente no puede comprenderlo, todo mi ser lo acepta como la verdad que el Señor mismo nos quiso comunicar. ¡Gloria a su nombre!
¿Existen las maldiciones generacionales?
Alguien me hizo llegar esta pregunta: “¿Qué me puedes decir sobre las maldiciones que se heredan de padres a hijos y nietos y más allá?” Supongo que la duda es si esto es bíblico y cómo funciona.
Esta idea proviene de dos fuentes principales: Textos bíblicos como Éxodo 20:5; 34:7; Números 14:18 y Deut. 5:9 y además la idea medio mágica y ocultista de que se puede echar conjuros sobre otras personas. En la práctica, la idea es que las cosas malas que me suceden o los pecados que cometo, podrían ser el resultado de maldiciones o ataduras contraídas por mis antepasados. Hay que reconocer que muchos cristianos creen que esta es una doctrina que proviene de la Palabra de Dios.
Sin embargo, por un lado, los textos citados no significan que Dios va a perseguir de manera obsesiva a una familia para destruirla o hacer que sufran por generaciones enteras. Más bien habla de la gravedad del pecado de la idolatría y sus efectos duraderos en las generaciones subsiguientes; esto es, por vía del ejemplo y la influencia del ambiente sobre los hijos y los nietos. A propósito, el pasaje dice claramente que la “visitación” de Dios (obviamente con propósitos de juicio) es para aquellos que lo aborrecen y no para creyentes.
Por otro lado, recuerda que aunque alguien te eche una maldición, sus efectos ya han sido llevadas por Jesús en la cruz, donde él se hizo maldición para librarnos de la maldición de la Ley (y cualquier otra). 2 Corintios 5:17 agrega que si alguno está en Cristo, es una nueva creación, para la cual las cosas viejas ya pasaron. Si Cristo triunfó en la cruz sobre los demonios y sus artimañas (Col. 2:14-15), entonces no es una maldición la que va a apartarte del Señor (Rom. 8:37-39).
Por último, considera por un momento si esta doctrina fuera cierta. En primer lugar, en lugar de arreglar tus cuentas personalmente con el Señor y los demás, tendrías que preguntarte qué atadura tiene mi abuelito o tatarabuela para que yo esté pasando por estos problemas. En segundo lugar, significaría que del diablo y sus demonios tendrían más poder que Jesús, lo cual no es posible (1 Juan 4:4). En tercer lugar, significaría que los pecados y/o errores de mis antepasados me perseguirían sin qué ni para qué, siendo que la Biblia afirma que cada uno será juzgado por sus propios pecados y no por los de sus padres o antepasados (Deut. 24:16; Ezequiel 18:20, aunque de hecho, todo el capítulo hace énfasis en la responsabilidad personal).
Con respecto a los “anatemas” (maldiciones) que aparecen en la Biblia, la idea no es echarle la mala suerte o condenar a alguien al inevitable fracaso, sino a pronunciar palabras de condena y formal desaprobación de algo o de alguien. No se trata de el mismo sentido de “maldición” que se usa en ambientes de hechicería y brujería.
La verdad es que sí hay influencias; repito, influencias que se pasan de padres a hijos. Por eso, muchos pecados de los padres se repiten en las nuevas generaciones, pero no hay tal cosa como maldiciones infalibles que nos aten de manera inevitable. Somos hijos de Dios y como tales, estamos bajo la protección y el cuidado de Dios de cualquier conjuro o hechizo mágico (Juan 10:28-30).
Quiero recomendar una interesante y amplia discusión sobre el tema en otro foro. En lugar de repetir muchos de los conceptos allí expuestos, he decidido colocar el vínculo para que lo consultes:
http://www.foroekklesia.com/showthread.php?s=&threadid=28230
Cualquier comentario adicional, no dudes en hacerlo.
Con entendimiento transformado,
Alan Perdomo.
Daniel: Fidelidad en el mundo de la política
Uno de los aspectos más particulares de América Latina ha sido su política y sus políticos. La percepción de que "aquí se hacen las cosas así" ha llevado a la política latinoamericana a ser identificada con intrigas, trampas y maniobras desleales que buscan manipular a los pueblos en procura de intereses egoístas. En una época en la que los evangélicos han llegado a posiciones de importancia política y social, es lamentable decir que esa situación no ha cambiado mucho.
Un personaje bíblico que brilla como creyente y como funcionario público es Daniel. Este profeta sirvió de manera competente como consejero en tres gobiernos manteniéndose como un ejemplo de lealtad al Señor y a su pueblo. ¿Cuál fue su secreto? A continuación, señalamos tres pilares sobre los cuales este profeta edificó y sostuvo su fidelidad en el mundo de la política.
1) Su visión acerca de Dios
Para Daniel, Dios era más que un concepto teórico; era el motor de su vida y su actuación en la administración pública. Primero, el profeta entiende que el Señor es el director de la historia (Dan. 2:21-22, 28) por lo que puede decirse que los eventos nacionales e internacionales no son producto del azar, sino que responden al diseño de un Dios que mueve los poderes mundiales a voluntad. Segundo, Dios está por encima de los poderes humanos. En el cáp. 4, un terrible juicio cae sobre Nabucodonosor, rey de Babilonia, por su arrogancia. El propósito del castigo sobre el rey es presentar la superioridad absoluta del "Altísimo" quien "tiene el dominio en el reino de los hombres y lo da a quien él quiere" (Dan. 4:2-3, 32). Es clarísimo que, para Daniel, ningún rey o poder humano se puede comparar con el Dios de los cielos.
En resumen, el Dios de Daniel controla todos los aspectos de su vida personal y pública. Es tal la identificación con el Señor, que aun Darío ora "El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre" (Dan. 6:16). ¡Qué fácil olvidan a Dios nuestros políticos! Parece que su fe llega a ser como un eslogan que los hace quedar bien. ¡Qué ejemplo el de Daniel! Su fe era un pilar sobre el que se sostenía su eficiencia como servidor público y su fidelidad delante de "su Dios".
2) Sus convicciones firmes
A menudo, los políticos parecen tener convicciones moldeables por las circunstancias y terminan expresando "posturas del momento" en lugar de verdaderas creencias. Daniel, en cambio, sostuvo sus convicciones hasta el fin. Por ejemplo, Dan. 1 menciona el conflicto relacionado con comer la comida del rey y la consiguiente pureza los jóvenes hebreos. Recordemos que el participar en esa comida implicaba ofrecerle su lealtad y su amistad incondicional al imperio babilónico. Las firmes convicciones de los jóvenes hacen que rechacen semejante compromiso que los alejaría de Dios y del pueblo cautivo. Los resultados, controlados por Dios, vindican la decisión de ellos. ¡Qué lección para los políticos que acostumbran ceder en "pequeñas cosas" y negociar sus convicciones por pura conveniencia!
Otra muestra de la firmeza de Daniel se observa en el cáp. 6, donde una trampa bien tejida por sus adversarios lo pone entre la espada y la pared. De acuerdo al v. 7, si Daniel ora a Dios, morirá. ¿Qué hacer? Podría razonarse que este es un asunto menor y que, de todas maneras, "en su corazón", él seguiría adorando a Dios, aunque no lo hiciera públicamente. Sin embargo, el v. 10 resalta el carácter constante del profeta. Siguió adorando a Dios públicamente, fiel a su costumbre y en abierto desafío a una ley que era injusta y malintencionada. Como se ve, Daniel enfrentó la pena de muerte por perseverar en sus creencias. Ante el fácil oportunismo, necesitamos políticos evangélicos que levanten la bandera de las convicciones cristianas, aunque ello implique sufrir frente al monstruo de corrupción que tiene atrapado al mundo político del continente.
3) Su visión realista de los poderes humanos.
Las alturas del poder no provocan mareos en Daniel. Por un lado, es optimista ya que cree en un mundo que es dirigido por un Dios lleno de sabiduría y conocimiento (2:21-23). A la vez, es realista en relación con la naturaleza del poder humano. Él es consciente de que los gobiernos son pecaminosos –algo que con frecuencia se olvida en una campaña política a favor de un candidato evangélico. El capítulo 7 presenta una visión de los reinos humanos en forma de bestias horripilantes (más allá del simbolismo de la descripción). Es dramático recordar que Daniel le llama "bestia" al imperio del cual es consejero, bajo riesgo de molestar el frágil ego del rey y exponerse a una colérica reacción. Daniel, entonces, no se engaña pensando que tal o cual gobierno o candidato es "el redentor del pueblo". Él sabe que el estado puede llegar a convertirse en una terrible fiera, digna de temer. Más de un político ingenuo debería recordar esta valiosa enseñanza.
Como se ha podido ver, Daniel era más que un "buen creyente" con buenas intenciones. Era un siervo de Dios que poseía capacidades extraordinarias, pero también una fe inquebrantable. Su fidelidad no sólo se extendía a sus compromisos religiosos, sino que abarcaba la totalidad de su vida como profeta y como consejero político. En un tiempo en el que los evangélicos incursionan cada vez más en este campo, necesitamos hombres y mujeres con una pasión intensa por Dios y que sepan defender sus convicciones para llevar nuestra fidelidad de la frialdad de la teoría al calor de la práctica… aun en el mundo de la política.
¿Calvinista o arminiano?
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