Publicado en la Biblia para el Líder Juvenil
Dentro de un texto, cada oración o frase tiene una función que completa el
sentido de ese escrito. Por ejemplo, si decimos “ya es demasiado tarde”, la
frase implica un hilo que le brinda significado a la frase. Fuera del texto
completo, esas palabras pierden buena parte de su sentido y puede ser usada
para otros propósitos para los cuales fue pronunciada. A esas frases anteriores
y posteriores que completan el sentido de una frase o palabra y al hilo de
pensamiento que provee sentido a cada parte del escrito se le llama contexto.
En pocas palabras, se
puede decir que sacar un pasaje de contexto significa aislarlo de su función
dentro del argumento del autor. Lo anterior tiene por lo menos tres
implicaciones que deben tomarse en cuenta. La primera es que las palabras,
frases y oraciones deben interpretarse a la luz de su significado dentro del texto.
Por ejemplo, el famoso texto “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil.
4:13) tiene un significado dentro de la enseñanza de Pablo acerca de estar
preparado para vivir en abundancia así como en necesidad. Por lo tanto, ese
versículo no se escribió para ser aplicado a desafíos físicos como los de los
deportes extremos o a las metas de una organización. Su sentido lo da el
contexto de adaptarse y soportar las carencias propias de su situación en
prisión. De la misma forma, la frase “olvidando lo que queda atrás” (Fil. 3:13)
no habla de triunfos pasados o de pecados que no deben ser recordados. El
contexto le brinda el significado específico: “lo que queda atrás” son los
privilegios religiosos o raciales que Pablo tenía (Fil 3:4-5) y que deben
quedar atrás para seguir conociendo a Cristo y su poder. De nuevo, el contexto
le da sentido a la frase.
La segunda implicación es
que el texto bíblico tiene valor como un mensaje unificado; no por las frases
bonitas o sabias de una sección aislada. Esta es una de las tendencias en las
iglesias de hoy. La Biblia es percibida como una linda colección de versículos
o frases animadoras, profundas o ingeniosas. Así, la labor del predicador o
líder es la de “descubrir” dónde están esas joyas espirituales. Por ello, es
común que las personas marquen sus textos favoritos o los escriban en un
diario. Sin embargo, a pesar de lo útil de esa costumbre, fácilmente nos podría
llevar a olvidar que la Biblia es una historia; la más grande que se haya
contado jamás. Cada sección, cada género, cada autor cuenta su parte de este
relato único del amor y la gracia de Dios hacia una raza fracasada, pero amada
y restaurada. Así, los errores cometidos y aun los pecados que registra la
Revelación escrita tienen una función específica que es determinada por la
historia general del libro sagrado. Esto no debemos olvidarlo nunca.
La tercera implicación es
que interpretar aisladamente un texto conduce a grandes errores y malos
entendidos. Por ejemplo, se podría encontrar apoyo para doctrinas exóticas,
tales como el bautismo por los muertos, basándose en 1 Cor. 15:29. Podríamos
llegar a pensar que Jesús no es Dios, si solamente miramos Marcos 13:32; que no
es bueno ser “demasiado justo” (Ecl. 7:16); que los muertos no están
conscientes porque “nada saben” (Ecl. 9:5) o incluso que somos desdichados si solamente confiamos
en Cristo (1 Cor. 15:19). Todas estas extrañas y anti-bíblicas ideas podrían
ser sostenidas utilizando las palabras de esos versículos aislados, pero torciendo claramente la intención
original del autor, ya que es claro que no tienen la intención de apoyar
semejantes conceptos.
Sin duda, la solución ante
este peligro es aprender a apreciar cada texto de la Biblia, cada libro y cada
sección dentro de su propio hilo conductor; con un propósito definido por los
autores humanos y, en última instancia, por el Autor Divino que dirige toda la
obra.